ANDRES BLANDO

ANDRES BLANDO GORDILLO

Matador de toros. Nació en México, Distrito Federal, el 31 de enero de 1920. Se presentó como becerrista en la Plaza de toros "El Toreo" el 9 de abril de 1933. Alternó con Daniel Vázquez, Luis Romero, Paco Herros, Carlos Isunza y Nacho Pérez con becerros de Albarrada. Como novillero lo hizo el 19 de abril de 1936. Alternó con Emiliano Vega y Vicente Maldonado "Tato II" con novillos de Zotoluca.

Alternativa
Fecha: 29 de Diciembre de 1940
Lugar: México
Plaza de toros "El Toreo"
Padrino: Alberto Balderas
Testigo: José González "Carnicerito de México"
Ganadería: Piedras Negras
Toro: "Lucerito"

Confirmación
Fecha: 15 de Agosto de 1945
Lugar: Madrid
Padrino: Rafael Ponce "Rafaelillo"
Testigo: Mario Cabré y Manuel Gutiérrez "El Espartero"
Ganadería: Hermanos Hidalgo
Toro: "Espinoso"

Falleció en México, Distrito Federal, el 3 de octubre de 1994.

EL BAUTIZO DE SANGRE DE ANDRES BLANDO

Publicado en "El Universal", el día martes 5 de julio de 2005.

La fiesta de toros como quizá también en otras actividades, está impregnada de ironías, de historias que se antojan incongruentes y que, sin embargo, suceden y quedan escritas para conformar la leyenda. Es el caso concreto en el libro de su vida del matador de toros Andrés Blando, ya finado.

A lo largo de su carrera taurina, aunque alcanzado por los bureles, nunca resultó con las carnes abiertas. Es decir, no había sufrido ninguna cornada.

No obstante, lo que es evidente, nadie se salva, entre los profesionales, de las "caricias" que hacen los bureles en los ruedos.

Andrés Blando sufrió su bautizo de sangre, cuando ya oficialmente había dicho adiós de los ruedos, después de que le cortaron la simbólica coleta y se incorporaba a ser un ciudadano normal válgase la expresión, aunque el título no se pierde, ni jamás se deja de ser matador de toros.

En la fiesta no hay ex toreros, quien dice adiós o simplemente deja de ejercer, es un diestro con el rubro latente, pero en retiro.

En efecto, Andrés Blando sufrió su primera cornada cuando de hecho era un matador de toros en retiro. Lo irónico del caso es que pagó su noviciado la misma tarde de su despedida, dos toros después, en el último toro que en un ruedo, vestido de luces, veía lidiar por un compañero de terna.

Incoherente, como sea es que ese sexto toro, al hacerle un quite, le cogió y le infirió una lesión en el muslo derecho. No podía creerlo Andrés, pero en el último lance que elaboró como matador, sintió en carne propia el dolor de una herida por asta de toro.

Las cornadas que, dicen los toreros, son trofeos, auténticos laureles de la terrible batalla entre el poder, fuerza, fortaleza incalculable del toro de lidia y el valor, inteligencia y sensibilidad de los que visten de seda y metal. La lucha que se sostiene en la vida.

El rastro de Tacubaya

Para Andrés Blando su universidad taurina fue el rastro de Tacubaya. Cuántos toreros empezaron ahí a dar sus primeros pasos en la onerosa profesión. Ahí, ante los cebús, los toros criollos, todo aquel animal que embestía. Por ahí estuvieron toreros de la talla de un Luis Castro El Soldado , Carmelo (Armando) Pérez, Alberto Balderas, Carlos Vera Cañitas , Manuel Gutiérrez El Espartero.

Siempre se distinguió por ser un torero de corte clásico, estilista sobre todo con el capote y, a la verónica, toreaba magistralmente. Como casi todos los toreros de esas hechuras estilistas, tenía altibajos muy marcados, los dejaba ver con auténtica generosidad.

Andrés Blando nació precisamente en ese barrio bravo de Tacubaya, el 31 de enero de 1920. Desde pequeño adquirió el virus del toro que, como bien se sabe, no hay antídoto para extirparlo. Hijo de gente relacionada con la actividad de ese centro de matanza, donde se daban cita los toreros, ahí aprendió, y muy bien, la técnica.

Y su debut, siendo un niño aún, fue en El Toreo, el 9 de abril de 1933, con un becerro de Albarrada, y toreó con el capote, especialmente a la verónica, con pureza, soltura, calidad y arte. Recorrió la legua con las angustias de toda índole. Claro, el rastro de Tacubaya seguía siendo la universidad, no sólo con toreo teórico, sino práctico, se enfrentaba a todo aquel bovino que embestía y que se cortaba a una corraleta para "darle capa".

Ya como novillero debutó en El Toreo el 5 de abril de 1936, alternando nada menos que con los hermanos Arruza, Manolo y Carlos, el primero murió trágicamente de un balazo y el segundo se convirtió en un figurón del toreo, entre los más importantes nacidos en nuestro país.

Esa tarde le brindó un novillo al genial pintor taurino español Carlos Ruano Llopis, quien le apoyó siempre e, inclusive, le sirvió como modelo para varios cuadros que elaboró, algunos del propio Andrés.

Repitió ese mismo mes y año en El Toreo, el día 26, alternando con Carlos Arruza y Vicente Maldonado Tato II , con ganado del hierro de Dos Peñas.

Siguió en la lucha por abrirse paso. El mejor lapso fue el de 1940, en que sumó 9 novilladas, con actuaciones muy interesantes, mismas que lo llevaron al doctorado, ese mismo año. Ya lucía firme, consolidado para dar ese trascendental paso. Sí, el de pasar del novillo al toro. Es un cambio que, a la hora de la verdad, resulta recóndito.

Su trágica alternativa El destino le tenía reservada una jugarreta nada agradable. Ese mismo año ya para cerrarse, el 29 de diciembre de 1940, se ofreció en la quinta fecha de la temporada la alternativa de Andrés Blando. Campaña en la que debutó como empresario el doctor Alfonso Gaona, una temporada incruenta, en las que las cornadas estuvieron a la orden del día.

Carlos Arruza, la tarde de su doctorado el primero de diciembre, Lorenzo Garza en la tercera, día 15, el 22 resultó herido Paco Gorraez, y el 29 el percance y muerte de Alberto Balderas, el que fungió como padrino, esa tarde, de Andrés Blando.

Balderas, el torero de México, le cedió los trastos en el primer toro, Lucerito . Regresó los avíos Andrés en el segundo Rayao , que alcanzó a Alberto, pero sólo hubo destrozos en la taleguilla.

El tercero de la tarde, Cobijero , que correspondió al testigo de la ceremonia, José González Carnicerito de México , cuando se cerró el segundo tercio y el matador en turno iba a brindar, el de Piedras Negras era burriciego astado que sólo ve de lejos, arrolló a Balderas que estaba en el tercio. Lo cogió de fea manera. Se lo echó al lomo auténticamente y el diestro rodó hacía la cabeza de la res, que derrotó seco y el pitón penetró en la región del hígado. Una cornada mortal por necesidad.

No cabe duda que fue un golpe sicológico muy fuerte en el ánimo de Andrés Blando, que toreó al domingo siguiente 5 de enero de 1941 en el festejo a beneficio de Alberto Balderas, su infortunado padrino.

Bien señalan que no es posible parar la función. La vida sigue. Andrés continuó toreando y se le observaba con interés, su corte de torero, a pesar de sus altibajos, gustaba. Así son los diestros tocados por la varita mágica de la inspiración.

Al firmarse el primer convenio taurino hispanomexicano, Andrés se fue a España en 1945, toreó dos tardes, una en Barcelona, con Antonio Bienvenida y José Gómez Gallito , toros de Sánchez Hermanos.

La otra en Madrid, 15 de agosto, para confirmar el doctorado, el padrino fue Mario Cabré y de testigos Rafael Ponce y el mexicano Manuel Gutiérrez El Espartero.

Debe consignarse que actuó en la Monumental Plaza México, lo hizo también dos tardes. La primera el 21 de diciembre de 1947, alternando con Antonio Velázquez y el ecuatoriano Édgar Puerte, con un encierro de Zacatepec . La segunda hasta 30 de marzo de 1952, siendo sus alternantes Gregorio García y el sevillano Alfredo Jiménez, primo hermano de Manolo González, astados de La Laguna y un Coaxamalucan, al que Andrés le cortó una oreja, tras una labor de momentos de quinta esencia, sensibles y artísticos. Siempre provocaba polémica.

Su bautizo de sangre

No se conoce a ningún profesional que no haya sufrido alguna "caricia" de un toro. En México, don Fermín Espinosa Armillita sólo sufrió una cornada en San Luis Potosí, lo que es toda una proeza. Pero no se salvó. Otro caso, el de Mariano Ramos, que ha sufrido maromas, una fisura del dedo de un pie y golpes. Hasta el momento no se sabe que un asta de toro haya abierto sus carnes. Aunque se asegura con vehemencia, sin que hubiese trascendido, que en el 2004 sufrió una cornada que le infirió una vaquilla.

Igualmente, Andrés Blando durante su peregrinar taurino, soportó maromas, sin que nunca el pitón de los astados le hiciesen daño. Era un orgullo para él... ¡Un torero que no había sido herido! Así, llegó la fecha del 12 de septiembre de 1965, en la plaza de Tijuana. Se anunció su despedida de los ruedos, junto con Emilio Rodríguez y Jaime Bravo. Todo marchaba sin que hubiese motivos para prevenir algo fuera de lógica.

Estuvo en torero con el cuarto de la tarde, el burel del adiós. Tras su labor, con unas tijeras de plata, se le cortó la tradicional coleta (añadido), era ya paisano, un torero en retiro.

La fiesta brava está impregnada de sorpresas. Es impredecible. irónica, incongruente.

En el sexto de la tarde, se animó hacer un quite, bueno además, y en el último lance que marcó, el burel le echó mano y le infirió una cornada grande. Incoherencia de la vida, pagó su noviciado, fue su bautizo de sangre, cuando de hecho, ya no estaba en activo.

Se repuso de la cornada, siguió su vida con otro suceso de desdicha.

Tere Plasencia de Blando, su esposa, fue asesinada, por un mozo que era sordomudo. Otro golpe durísimo del destino en la existencia de Andrés Blando que dejó este mundo, víctima de la diabetes, el 3 de octubre de 1994.

Antes, por fortuna, tuvo la inmensa alegría de gozar de los éxitos alcanzados por su hijo Jorge Blando, quien actuó varias tardes en la Plaza México, actualmente matador en retiro, radicado en Guadalajara.