Manolo Caballero, una persona que como algunos otros, una vez se vistió de luces y se lanzó en busca de la fama, la fortuna y la gloria que dan los toros; cuenta su vida a los lectores de la revista TOROS y dice que:
Siendo muy jovencito debutó en un pueblito del estado de Hidalgo de nombre San Agustín Tlaxiaca; dice que tenía 14 años y que ya desde los trece se había iniciado en esta afición de la fiesta de los toros.
“Fueron astados de don Felipe Mota, que salían muy buenos o muy malos; me fue bien y creo que agradé a la afición y eso me gustó” dice Manolo.
Cuando tenía 16 años me dieron la primera cornada, lo que en las lides taurinas se dice “bautizo de sangre”, fue durante una actuación en la plaza de toros “La Taurina” en Huamantla. Tlax., un toro de la ganadería de Santiago Ovando, que le atravesó el brazo de lado al lado; el asta del toro penetró por la axila.
En el año de 1948, toreó al lado de figuras de los ruedos como Alfredo leal, Eduardo Vargas, Fernando de los Reyes “El Callao”, Tomás Pérez Turrent, Héctor Mier y Carlos Montes, algunos nombres aún los recordamos con cariño por la gran afición, entusiasmo y voluntad torera, actuó en Tampico, en cinco tardes seguidas, en muchas otras plazas de esos pueblos de Dios.
En la vida de los que viven dentro de la fiesta de los toros, existe de todo, hipocresía, envidias, odios, alegrías y es difícil encontrar buenos amigos dentro del ambiente y cuando se encuentran se debe confiar en ellos por ser simplemente amigos.
Manolo Caballero en 1954, pensó que por fin había logrado uno de sus más caros anhelos y que debutaría en la monumental plaza de toros “México”, alternando con Joselito Huerta y Amado Ramírez; pero surgió el imponderable que tal vez con un poco más “suerte” Manolo hubiese hecho el paseíllo en la “México” y debutar como era su ilusión y como es el deseo de todo torero. Llegar a la “México” y triunfar.
Platica Manolo, que por aquella época llegó a México un matador de toros llamado Arturo Álvarez “El Vizcaíno”, y el quedó fuera del cartel en espera de otra oportunidad con la única promesa del doctor Alfonso Gaona, que lo pondría en otro cartel.
“Jamás se volvió a acordar de mí”- Dice Manolo, no obstante siguió toreando donde se podía, en 1956; un año triste y que dejó honda huella en su vida como hombre y como torero, ya que después de haber triunfado en grande en el Rancho Grande de la Villa y salir en hombros, cuatro días más tarde murió su señora madre.
Asegura Manolo Caballero, que la pérdida de su mamá, lo desanimó y desalentó de seguir adelante, pues más que nada, él quería triunfar y ser una figura para ella, para que todo lo tuviese y nada le faltara, pero Dios no lo quiso así y a partir de esa fecha se apagó Manolo.
Se alejó del ambiente taurino y nos asegura que se sentía mal, le faltaba algo, tenía que llenar el vacío, un hueco y volvió a torear, pero ahora sólo como aficionado práctico, ya no con el deseo aquel de ser figura, más bien para volver a sentir el miedo, ese maravilloso temor que sólo se puede experimentar cuando se ha estado en ruedo frente al toro, pero no se puede explicar.
El tiempo ha pasado y Manolo, sigue toreando en festivales, fiestas de amigos y tentaderos. Ahora ya es padre de familia y hasta un abuelo muy taurino.
Creemos que Manuel Caballero Bentancourt, pudo haber sido uno de los grandes de la fiesta de los toros pero una vez más quedó comprobado que los toreros son muchos, el toro les da su lugar y la suerte los ubica en el sitio que merecen.
Revista Toros, Año II, #20 de 1979.
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