Nació en Paredón (Ramos Arizpe), Coahuila, el 17 de mayo de 1931.
Debutó como novillero el 4 de diciembre de 1949, en la Plaza de toros El Coliseo de Monterrey, Nuevo León. Alternó con Américo Garza "Romerita", Jesús Guerra "Guerrita" y Porfirio Garza con novillos de La Playa.
Se presentó en la Plaza de toros México el 28 de agosto de 1955, con el novillo "Suertero" (336 kg.) de la ganadería de Atlanga. Alternó con Raúl Bassó en mano a mano.
Completó el cartel la becerrista Bette Ford que lidió dos becerros de Coaxamalucan.
EL LOBO DE PAREDÓN.
Publicado en El Horizonte, el 18 y 25 de mayo de 2014.
Por: El Cabrito Mayor.
Originario de una popular población de Coahuila, famosa durante la época de la Revolución Mexicana, el torero comenzó abrirse camino en la tauromaquia desde temprana edad, con el apoyo de Cantinflas
Paredón es una población localizada en la zona árida de Coahuila que fue un importante centro ferroviario, pues ahí se cruzan dos de las principales líneas del norte de México, la que desde la capital conduce a Piedras Negras y la que une a Torreón con Monterrey y Matamoros.
Por ello los ferrocarriles, al estallar la Revolución Mexicana se convirtieron en el principal medio de transporte para las tropas tanto federales como las revolucionarias, lo que hizo de Paredón un centro estratégico para la movilización, teniendo lugar ahí la ´Batalla de Paredón´, donde las fuerzas revolucionarias triunfaron sobre el ejército federal, siendo una de las contiendas más importantes, que condujo a su derrota al gobierno de Victoriano Huerta.
Pasadas aquellas épocas, entre los años 30 y los 40 del pasado siglo, en los tiempos paz que vinieron después de la agitación revolucionaria, Paredón continuó siendo un importante crucero de vías donde se congregaban, cada que llegaba el tren a la estación, la chiquillada nativa para admirar a los peloteros de los equipos de beisbol de Saltillo, Piedras Negras, Monterrey y Unión Laguna que pasaban por ahí, en el andar de los continuos viajes para cumplir sus compromisos deportivos.
Uno de esos chiquillos era un chamaquillo que sería apodado tiempo después, ´El Lobo de Paredón´, por la sagacidad de su infantil actuar: José Lavín, quien viera la luz primera un día como el de ayer, el 17 de mayo de 1931, en aquella agreste y desértica tierra coahuilense.
El histórico cruce ferroviario fue el origen de que en toda la chiquillada polvorienta del pueblo naciera la afición por el llamado ´Rey de los Deportes´: el beisbol, pues ese famoso crucero de Paredón les hacía convivir continuamente con los grandes ídolos de la ´pelota caliente´ de aquellas épocas como Lázaro Salazar y Epitacio ´La Mala´ Torres.
Y aunque el beisbol era la constante entre el gusto de los niños de aquella población, en algunas ocasiones llegaron al poblado los empresarios taurinos a celebrar algunas corridas de toros y festejos pueblerinos que acaparaban la atención de toda la comunidad, entre ellos la inquieta atención de aquel sagaz chavalillo, quien comenzó a coleccionar las ´barajitas´ de las cajas de cerillos de ´La Central´ con la pinturas taurinas de Ruano Llopis.
Por allá del año 1946 la familia de José Lavín, quien ya era un adolecente, se traslada a la ciudad de Monterrey en búsqueda de un futuro mejor. Al arribar a la gran ciudad, el chaval se topa en las calles del centro con un anuncio que le llama poderosamente la atención: Plaza de Toros El Coliseo, presentación del Monstruo de Córdoba, ´Manolete´.
Lavín no pudo presenciar la corrida de Manolete en la Coliseo, que estaba ubicada en las calles de Cuahutémoc e Isaac Garza, pero a partir de ahí comienza a relacionarse con la "gente del toro", con quienes comienza a frecuentarse para entrenar en la plaza, en el rastro, y en ´El Tanque´, ubicado en el cerro de la colonia Independencia.
Con la determinación de hacerse torero, los primeros pasos de Lavín fueron en La Coliseo para ver quién entrenaba y ahí se encontró con José González ´Fajerito´, Jesús Sáenz y Hector Saucedo, entre algunos otros. Corrían los tiempos en que los toreros destacados eran ´Armillita´, ´El Soldado´, Lorenzo Garza, Alfonso Ramírez ´El Calesero´, Ricardo Torres, Luis Procuna, que salían en las famosas ´barajitas´ de ´La Central´.
A partir de ahí, por lo menos fueron cuatro o cinco años de correr la legua "tragando tierra", "comiendo penas" y toreando por esos pueblos de Dios en Durango, Coahuila, Nuevo León, en Tamaulipas y en varias ganaderías como en la de don Pacho Hernández, hasta que en Monterrey se abrió la oportunidad de debutar en la plaza de toros, donde años atrás, se había presentado ´El Monstruo de Córdoba´, ´Manolete´.
Para conseguir esa novillada, la situación se dio de manera circunstancial para Lavín y los otros tres muchachos que habrían de debutar.
Sobre la calle de Aramberri con Zaragoza existía un gimnasio llamado ´Factores Mutuos´ y la persona que manejaba el establecimiento era aficionado a la fiesta de los toros. Los torerillos a veces iban a jugar voleibol y a entrenar "de salón" en el gimnasio y fue ahí donde se empezó a gestar la idea en dar una novillada con la presentación adicional de los deportistas que hacían pesas y acrobacias para promocionar el mencionado gimnasio.
Fue la tarde del 4 de diciembre de 1949 cuando se anunció el debut formal de novilleros de Américo Garza ´Romerita´, Jesús Guerra ´Guerrita´, Porfirio Garza y José Lavín, con novillos de La Playa a beneficio del gimnasio Factores Mutuos y en el que se ´disputarían´ un traje de luces que se estuvo exhibiendo en la esquina de Zaragoza y Padre Mier, en un aparador de Salinas y Rocha, y que pertenecía al matador de toros Antonio Marquez, quien lo prestó para llamar la atención del público.
Lavín no cortó las orejas por fallas con el acero y quien estuvo muy cerca de llevarse el triunfo esa tarde fue ´Guerrita´, quien había estado voluntarioso sin cortar orejas, pero a la hora de decidir el triunfador del festejo y ´ganador´ del vestido de torear, el público se inclinó por José Lavín, quien había realizado una buena faena ante su novillo.
El traje de torear le es entregado públicamente a Lavín para tomarle la foto en reconocimiento como triunfador de la novillada, pero al día siguiente el vestido de torear se lo quitaron porque "el premio" era una pantalla, orquestada para despertar el interés del público para que asistiera al festejo.
Es así que comienza la carrera novilleril de José Lavín, quien a pesar del triunfo la tarde de su debut, siguió corriendo la legua en busca de oportunidades de colocarse en carteles novilleriles en plazas importantes, hasta que por una recomendación es invitado en calidad de ´colado´ a una capea en una hacienda de Tlaxcala, a donde asistieron varios artistas y actores de la época, entre los que destacan Chavela Corona y Arturo de Córdoba.
Ahí echaron varias vacas grandes y toreadas a los muchachos que andaban en la búsqueda de un ´pitón´. Lavín estuvo muy bien con una de ellas a la que le pegó tres estatuarios de rodillas, hasta que la vaca le agarró e hizo por él.
Entre las personalidades asistentes del medio artístico a la capea, estaba un hermano de Mario Moreno Reyes ´Cantinflas´, que al ver la determinación del chaval le recomendó con el apoderado del cómico, Héctor García ´El Burbujas´.
A partir de ahí, ´El Burbujas´, quien apoderaba la carrera taurina de Cantinflas, lo pone en una novillada formal con toros de casta española para ver las cualidades que el hermano del cómico le había referido. Lavín estuvo superior con su novillo, cortándole una merecida oreja por su trasteo, lo que le valió para que fuera considerado en participar en la parte seria del espectáculo del mimo, que llevaban por toda la república.
Así, José Lavín torea en Monterrey, Torreón, Guadalajara, Reynosa, Nuevo Laredo y muchas partes más, en una gira de 12 novilladas al lado del famoso cómico mexicano de la mano de ´El Burbujas´, quien llevó la carrera del chaval como apoderado hasta llegar a su presentación en la Monumental Plaza de Toros México.
Con unas 20 novilladas a cuestas, José Lavín hace su presentación en la que "da y quita" el 18 de agosto de 1955, al lado del novillero Raul Bassó y la novillera norteamericana Bettie Ford, con una novillada muy difícil de Atlanga, en una tarde en donde lo más destacado recayó en Bassó, quien se ´convirtió´ esa tarde en "el torero que más le ha llegado al público", pues al salir de un par de banderillas fue alcanzado por el astado y fue a dar, después del encontronazo, a la segunda fila de barrera de sombra.
Para Lavín, la tarde de su debut en La Mexico fue con una actuación decorosa. Con su primer toro salió al tercio y en su segundo, un toro muy difícil, poco pudo hacer ante una entrada muy buena de unos 25,000 espectadores en los tendidos.
En aquellos años, la plaza México pesaba mucho y al no haber corte de orejas ni vueltas al ruedo, la salida al tercio que había obtenido, no significaba nada para el futuro de la carrera del chaval.
Fue entonces que Mario Moreno ´Cantinflas´ le dice a Lavín, cuando éste le busca para pedirle su ayuda para trasladarse a Monterrey, que "tiene que pensar usted en serio, porque aquí en México es un paso muy importante y si no tuvo suerte usted, tiene que pensar en otra cosa por un tiempo y si no se puede, hay que ponerse a trabajar".
Cantinflas tenía ingerencia en él, pues habían compartido cartel doce ocasiones en el interior de la república y estaba al pendiente de la carrera del chaval, pues además de que le apoyó con los gastos de hotel y alimento, aprovechó para aconsejarle con palabras sabias las que al final vendrían a ayudar en los caminos de la vida a Lavín.
A pesar del tibio resultado de Lavín, tras su presentación en la Plaza México, logra una fecha en la Plaza de Toros Caletilla de Acapulco donde compitiendo con los novilleros punteros de la época, se alza con el triunfo y obtiene la medalla de oro que estaba en diputa aquella tarde, pero a pesar de ello, ya era muy difícil volver a hacerse de cartel para volver a La México en esa misma temporada.
Al paso del tiempo, Lavín fue cultivando una fraternal amistad con el matador de toros José Ramón Tirado, un hombre muy sencillo, a pesar de que había abierto las puertas de Madrid de novillero y toreado 60 o 70 novilladas esa temporada y de matador de toros había firmado dos corridas de toros en las propias Ventas madrileña, ganando el máximo de dinero de aquella época a la par de Litri y Ordóñez, pero al final por muchas razones dejó de figurar en los carteles importantes y es ahí que José Lavín se aleja definitivamente de la actividad taurina sobre los ruedos, para representarlo como su apoderado.
Lavín, que conocía el medio taurino por haberlo vivido a través de sus andanzas, representó a José Ramón Tirado consiguiéndole fechas pero el interés por los servicios de su poderdante no era el de antaño, así que por el año de 1957 o 1958 y ante la escasa actividad de su torero, aquellas palabras que don Mario Moreno ´Cantiflas´ le había dicho años atrás, volvieron a revolotear en su cabeza: "si no tuvo suerte usted, tiene que pensar en otra cosa por un tiempo y si no se puede, hay que ponerse a trabajar".
Ya rondaba Lavín por los 27 o 28 años de edad y era demasiado grande para recomenzar su carrera de novillero. Pero este mal de montera no se quita tan fácil y él deseaba seguir ligado a la fiesta que tanto amaba, cuando de pronto, ocurre un verdadero milagro que tocaría la vida de ´El Lobo de Paredón´, para seguir construyendo sus anhelados ´Sueños de Grandeza´.
FORJADOR DEL TOREO REGIO.
Ya retirado como torero, ´Pepe´ comenzó a apoyar el auge de las fiesta brava en la localidad, de la mano de Leodegario Hernández, en una generación que incluyó a Manolo Martínez y Eloy Cavazos
Durante sus andanzas, Lavín se va a torear al Japón.
Por allá del año de 1962, Fernando Elizondo, compañero de mil batallas de Lavín y también en el retiro, les ´vende la idea´ a unos americanos que tenían un espectáculo de Cowboys para llevarse parte de la fiesta brava de gira a Japón.
Era una empresa americana que tenía un espectáculo de rodeo, cowboys, indios y como complemento iba un charro que hacia exhibiciones y un mariachi que iba a realizar una gira ante el público nipón y Elizondo les sugirió otro atractivo al espectáculo: incluir la fiesta brava.
La idea era bastante buena, pero había un problema: en Japón no se crían toros de lidia.
Es entonces que José Lavín, Américo Garza ´Romerita´ y Joselito Gómez, un torero de Guadalajara, echándole afición y mucha habilidad, se ´embarcan´ junto con seis toros de la prestigiada dehesa mexicana de Valparaíso en un barco desde el puerto de Manzanillo y tras poco más de 15 días de navegar, se convierten en los primeros diestros mexicanos prestos para escribir la historia de la mano de la fiesta brava en las tierras vírgenes orientales.
Durante el trayecto, los toreros, que no iban en plan de figuras, se encargaban del ´mantenimiento´ de los toros que colocaron en unos cajones especiales con unas pequeñas puertas atrás y adelante para alimentarlos, darles de beber y retirarles el estiércol. A pesar de inmovilidad durante el largo viaje, los seis toros no se resintieron y llegaron en óptimas condiciones para hacer su ´campaña asiática´.
Llegado a Japón, en un estadio de beisbol habilitado para el espectáculo, los espadas cubrían unos 30 minutos del evento ataviados de sus vestidos de toreros en donde se lidiaban a la portuguesa dos de los toros en cada uno de shows, que se presentaban dos veces cada día.
Apenas se les daba unos capotazos sobre piernas, se les colocaba un par de banderillas como se pudiera, y se les pegaba dos o tres muletazos a los toros pues -además de que la duración del espectáculo con todo y el rodeo y los cowboys alargaba la jornada-, los ´bichos´ ya estaban muy ´meneados´ y se pasaban a la ´caza´ de los espadas.
La parte taurina conquistó al público japonés por la seriedad y religiosidad con la que se conducían los coletas durante la ceremonia, la partida de plaza, los saludos y el desenvolvimiento de ellos en el ´ruedo´, lo que los convirtió en la sensación en aquel país y un éxito rotundo para el espectáculo
Tan es así que en una ocasión ante el estadio repleto de gente, se hizo presente el embajador de México en Japón para ver a los coletas mexicanos. Tocó en suerte la salida de ´Pirata´, un toro que hacía mucho tiempo no actuaba porque ya está muy toreado y además había estado comiendo muy bien, lo que pronosticaba que saltaría al ruedo con toda su fuerza.
´Pirata´ ya no permitía ni un pase más, de lo toreado que estaba. A su salida, el toro se ´emplazó´ y Lavín fue por él a los ´medios´ capote en mano, llevándose un ´maromón´ de miedo luego de la ´colada´ que le dio. Romerita, con las banderillas, caminándole al toro, éste le gana la salida y le da un pechazo lanzándolo por los suelos. Lavín acude a su auxilio y ´Pirata´ al sentirlo, hace por los dos, lanzándolos al aire al mismo tiempo.
Luego de dos meses toreando todos los días y haciendo dos funciones diarias presentándose en Jukoka, Hirosima y Tokio, llego un momento en que los toros "ya no daban para más" luego de poco más de 110 presentaciones que hicieron en total. Y aunque se había ganado dinero, era tiempo de cortar pues no había "materia prima" con qué continuar con cierta seguridad.
En aquellos tiempos Japón estaba saliendo de la segunda guerra mundial y Lavín, que trataba de agenciarse el mayor dinero posible para traerse a casa, luego de torear en el espectáculo del mariachi, se ponía a cantar por 20 dólares más, "al cabo que aquí nadie me conoce y ni quién entienda el español". Todos los días presentaban una función en la tarde y otra en la noche hasta que llegó el momento de volver.
Ya de de vuelta en casa, Lavín apodera un tiempo a su compañero de aventura, Américo Garza ´Romerita´, lo mismo que a José García ´El Charro´, a Fernando Sepúlveda y al matador de toros José Ramón Tirado. También se desenvuelve como empresario taurino organizando algunas corridas en Cadereyta, Reynosa y Laredo.
Pero el destino tenía una sorpresa más para Lavín, pues al poco tiempo de llegar a Monterrey un hombre de negocios tapatío acababa de comprar el coso monumental local: don Leodegario Hernández
Al hacerse como dueño de la Monumental, don Leodegario era asistido por el hidrocálido Carlos González, quien era su hombre de confianza y que había sido torero, por lo tanto conocía a Lavín y éste le pide que los ayude para manejar la plaza de Monterrey.
Corría el primer tercio de la década de los sesentas del pasado siglo y la fiesta brava a nivel local, estaba como está ahora: no había festejos. Aunque eso sí, no existían los enemigos de moda de la actualidad en la fiesta de los toros.
Al anuncio de la adquisición de la Plaza de Toros, don Leodegario, que era un gran taurino que tenía la plaza de León y en construcción una en Guadalajara, da a conocer sus planes para la primer temporada al mando de Lavín: 20 novilladas y 10 corridas de toros.
Además, el empresario se apersonó junto con Lavín ante todos los medios de comunicación, tanto televisivos como de prensa escrita, para solicitarles el apoyo para que incluyeran más información taurina y comenzar a mover el interés del público en los festejos.
Luego de ello, comenzó a comprar camadas de novillos de buenas ganaderías, del campo bravo nuevoleonés y de toda la república para comenzar a dar las novilladas.
En un principio las entradas fueron ´flojas´ pero al paso de la continuidad, empezaron los novilleros, tanto los de afuera, como los de aquí, a interesarle a la gente y como se transmitían los lunes los festejos por televisión diferida en el canal del señor Quintanilla, la difusión era formidable y poco a poco, comenzó a crecer la afición que se comenzó a reflejar con su presencia en los tendidos de la plaza.
Visionario y apasionado por la fiesta, con la asesoría y el auxilio de Lavín, don Leodegario, a fin de ofrecer mayor comodidad al público que se diera cita, mandó techar la plaza convirtiéndola en la primera plaza de toros techada del mundo.
Atrás de la época de don Leodegario y Lavín como empresarios, les habían antecedido las temporadas muy grandes que había ofrecido otro magnífico empresario: César Garza, en las que habían surgido muy buenos toreros, como Mauro Licéaga, Fernando de la Peña y Joel Téllez ´El Silverio´ y otros novilleros que no se lograron pero que hicieron mucho ruido y que hicieron que se viviera una época muy brillante en la localidad. E incluso el mismo Lavín, que había alcanzado a torear algunas novilladas que dio Garza pero por un problema de amistad, al final, éste se quedó parado en su carrera.
En la época de 1964 surgen con mucha fuerza durante de temporada ofrecida por don Leodegario y Pepé Lavín, los novilleros locales, José García ´El Charro´, Fernando Sepúveda, Pepe Bravo. Poco después vinieron Manolo Martínez, Eloy Cavazos, Julio Rivera, ´El Chirrín´, José Ángel Adame, que repercutieron bastante para que comenzara a meterse nuevamente el público a los toros.
Además de ellos comenzaron a venir los toreros foráneos como Curro Rivera de San Luis, Mariano Ramos del Distrito Federal y Antonio Lomelín de Acapulco y con ellos comenzaron a ´rematarse´ los carteles generando entradas de siete u ocho mil personas por novillada.
En ocasiones, la plaza se llenaba con Eloy Cavazos y Manolo Martínez colgados en los carteles de novilleros. La fiesta de los toros volvía por sus fueros a tomar un gran auge entre la afición que ya lo había vivido en las época de César Garza como empresario, en que la gente se quedaba fuera de la plaza e incluso, se llegó a dar festejos 52 domingos continuos en un año.
Y resurgió la fiesta: don Leodegario y Lavín, lograban el objetivo, alcanzaron a dar 35 novilladas y 10 corridas de toros con grandes entradas en los tendidos.
El ambiente había resurgido, Monterrey se había convertido en el ´surtidero´ de novilleros para la temporada chica de La Plaza México.
Fue entonces que se comenzaron a otorgar las alternativas y don Leodegario y Lavín, viendo la clase que portaba en los vuelos de su muleta, Manolo Martínez, negocían la reaparición de don Lorenzo Garza para apadrinar al ´Milagro´ con Humberto Moro de testigo.
Además don Leodegario guardaba un gran aprecio por Eloy Cavazos que desde sus inicios fue muy taquillero, así que luego de la alternativa otorgada a Manolo, se trae de padrino a Antonio Velazquez para que le diera la alternativa al ´pequeño gigante´ actuando como testigo Manolo Martínez.
El auge por la fiesta de los toros llegó a tal grado que Marcos Garza, empresario taurino y novillero en retiro, formó el ´Grupo de los 100´ para ser la cabeza de la empresa de la Plaza de Toros Guadalupe donde hizo la competencia a don Leodegario y Lavín por las tardes de toros.
Hubo un tiempo en que se llenaban ambos cosos al anunciar carteles el mismo día y a la misma hora. Monterrey tenía público y toreros para darle ´batería´ a las dos plazas en carteles menores y todavía ´exportarlos´ al Distrito Federal.
Viendo la rivalidad natural entre los regiomontanos Manolo Martínez y Eloy Cavazos, Lavín y don Leodegario organizan en la Monumental Monterrey, el primero de los 37 manos a manos que a lo largo de sus respectivas trayectorias protagonizaran los diestros orgullosamente nuevoleoneses. Eran carteles donde no se perdía porque existía una rivalidad y competencia seria entre los toreros y que los públicos sabían corresponder con su presencia en la plaza.
Eran puros llenos en ambas plazas y don Leodegario y Lavín se enfocan en traer al fenómeno del momento: Manuel Benítez ´El Cordobés´ a quien le firmaron por 10 corridas con un sueldo de 20,000 dólares cada una para torearlas en las tres plazas que poseía el empresario tapatío, La Monumental Monterrey, La Monumental de Jalisco y la Luz de Leon Guanajuato.
Brillante fue la época de Lavín y don Leodegario como empresarios al frente de la Monumental Monterrey, ahora ´Lorenzo Garza´, durante su gestión donde apostaron por la fiesta y en el beneficio de la afición y de ella misma, hasta que por un problema extra taurino, don Leo se vio en la necesidad de vender sus plazas de toros, dando con ello fin a una época de gloria del toreo regiomontano y en donde haciendo mancuerna con José Lavín, ambos lograron conquistar sus mas anhelados y gloriosos ´Sueños de Grandeza´.
No hay comentarios:
Publicar un comentario