Fue el mayor de 4 hermanos varones. Como era un niño muy inquieto, a los dos años aprendió a patinar y formó parte de un equipo de patinaje artístico. Ya en la adolescencia jugó futbol americano en el equipo de los Gatos Negros.
Pero acompañando a su padre Salvador Ortíz, descubrió la Fiesta Brava encontrando lo que definitivamente fue su pasión. Como pudo, consiguió una muleta vieja y a los 16 años se tiró de espontáneo en la Monumental Monterrey. Como todos los chavales de esos años, sus lugares de entrenamiento eran el tanque en la colonia Independencia y la plaza de toros Guadalupe.
Recorrió la legua toreando ganado criollo y novilladas formales por toda la República Mexicana, conociendo además a otros jóvenes aspirantes a toreros con los que fincó amistad por muchos años, entre ellos, el zacatecano Alfredo Delgado "El Faroles", con quien toreó muchos festejos y, años después, se harían compadres de bautizo de un servidor.
Su valor y afición le permitieron torear en la plaza de toros Guadalupe, en el serial de novilladas organizadas por el grupo de los Cien además de auxiliar en algunas ocasiones a cuadrillas de niños toreros como en la que participaron Gerardo Mantecón, Gustavo Garza y Carlos de la Cruz. Torero valiente y buen banderillero logró ser conocido entre los aficionados hasta su retiro de los ruedos en 1976.
Aunque su sueño de tomar la alternativa y ser figura del toreo no se logró concretar, mi padre siguió en el ambiente taurino ayudando a novilleros, sirviendo las espadas a matadores y actuando como aficionado práctico en festivales.
Con una vena artística que lo mismo le hacía dibujar diseños o coser trajes de luces, fue a inicios de los 80s que dedicó parte de su tiempo a crear esculturas hechas en papel aluminio, algunas de tema taurino y otras surrealistas, con las que participó en exposiciones, inclusive en una bienal de FEMSA.
A través de los años siguió ayudando a la torería en cualquier forma que pudiera mientras trabajaba en su taller de joyería y en sus últimos años incluso asistía en el callejón a la autoridad en la Monumental Monterrey hasta que el 8 de noviembre de 2012 falleció de un infarto fulminante en su casa.
"El Chino" Ortíz fue uno de esos enamorados del toreo que buscaba echar la mano a todo aquel que lo necesitara.
Texto y fotografía cortesía de Toño Ortiz.
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